El avance almohade por Al-Ándalus tropezó con la fuerte resistencia de Mohammed ibn Ahmed ibn Saad ibn Mardanisch, llamado por las crónicas cristianas con el nombre de rey Lobo (Lope), en recuerdo de sus orígenes cristianos, pues era miembro de una aristocrática familia de muladíes (cristianos que se convirtieron al Islam en el siglo VIII), cuyo apellido originario podría derivar de Martínez o Mardonius, procedentes de la taifa de Zaragoza. Nacido en Peñíscola, en 1124, llegó a convertirse en rey de toda la zona suroriental de Al-Andalus. Mundano, liberal y de gustos un tanto libertinos, Ibn Mardanisch fue una figura muy controvertida en su época, por sus intentos de mantener la independencia política frente a los almohades, como un hábil estratega, inteligente y generoso, cuya actividad política comenzó en 1146, cuando sucedió a su tío en el gobierno de Valencia, que había compartido con Ibn Iyad.
En 1157, en Valencia, había pactado con Alfonso VII, el trueque de Alicún (cerca de Baza) a cambio de Uclés, que fue entregado a Sancho III. Pero la alianza castellana con el rey Lobo prosiguió inalterable después de la muerte de Alfonso VII y de Sancho III; y contra ella se estrellaron durante varios años los ataques de los ejércitos almohades. Estos se hallaban bajo el mando de los hijos del califa, que designó a Abu Yakub para el gobierno de Sevilla y a Abu Said Utman para el de Málaga y Granada mientras confiaba el de Córdoba, como más difícil y peligroso al veterano Abu Hafs Umar Inti.
Proclamado rey independiente de Murcia, aprovechó los frecuentes levantamientos que se producían en territorios vecinos para tejer un escudo protector que aislara a su reino del contacto directo con los almohades, contando muchas veces, con los servicios de mercenarios cristianos, que se convirtieron en el cuerpo de elite de sus ejércitos.
De parte cristiana eran frecuentes las incursiones y algaras de las milicias concejiles de Ávila que se adentraban hasta lo más extremo de Andalucía, y así en 1158 llegaron a la vista de Sevilla derrotando al propio Abu Yakub, gobernador e hijo del califa, que había salido de la plaza contra ellos. Los Anales Toledanos I nos narran así esta acción: Fueron los de Avila a tierra de moros a Sevilla e vencieron al rey Aben Jacob e mataron al rey filio Dalagem e al rey Abengamar, era MCXCVI.
Al año siguiente, el 1159, un ejército al mando del rey Lobo, formado mayoritariamente por caballeros y peones cristianos, sitió y sometió la ciudad de Jaén, apoderándose también de Ubeda, Baeza, Ecija y Carmona, e incluso inició un asedio de Sevilla.
Ante estas resonantes victorias del rey aliado de los cristianos, que amenazaban la principal base almohade en la Península, la ciudad de Sevilla, el propio califa decide pasar personalmente el estrecho de Gibraltar con un numeroso ejército.
En diciembre de 1160 el califa Abd Al-Mumin pasa por primera vez a España, desembarcando en Gibraltar donde ordenó la construcción de un nuevo alcázar y de un perímetro fortificado. Desde allí envió su ejército, formado por 18.000 jinetes, hacia tierras de Badajoz donde los castellanos sufrieron una derrota en Portillo de la Higuera en el mes de septiembre de 1160. Al mismo tiempo el rey Lobo perdía Carmona y desistía de presionar sobre Córdoba.
El califa regresó a África sin que, a pesar de estos éxitos parciales, su venida a España, que no pasó de una par de meses, cambiara significativamente el curso de la guerra. Incluso en mayo de 1161 Ibn Hamusko, suegro del rey Lobo, daba un golpe de mano sobre Granada ocupando la ciudad y la Alhambra, aunque la guarnición almohade continuó resistiendo en la Alcazaba.
Acudieron en auxilio de la guarnición sitiada los dos gobernadores, hijos del califa, Abu Said y Abu Yakub, que fueron derrotados por Ibn Hamusko en cuyo ejercito militaban 2.000 caballeros cristianos mandados por un nieto de Alvar Fáñez. Otro segundo ejército almohade enviado por el califa fue también rechazado por Ibn Hamusko.
Al año siguiente, 1162, los almohades, habiendo recibido refuerzos de África; con un ejército de más de 20.000 combatientes volvieron sobre Granada, la cual, a pesar del socorro del rey Lobo que acudió con una fuerte hueste de cristianos y musulmanes a la plaza sitiada, sucumbió ante el empuje almohade, pereciendo en los combates el nieto de Alvar Fáñez, apodado por los musulmanes el Calvo.
Este era el último éxito del califa almohade Abd Al-Mumin, pues a los pocos meses, el 14 de mayo de 1163, fallecía tras 33 años de gobierno en los que había levantado el imperio almohade en el Norte de África y en Al-Andalus peninsular.
En estos cuatro primeros años de la minoría de Alfonso VIII, 1158-1162, aunque fueron años de guerra, Castilla no tuvo que sufrir ninguna embestida directa de las fuerzas almohades; los caballeros castellanos combatieron con los almohades a través de algaras ofensivas de sus milicias, de expediciones a tierras musulmanas y sobre todo reforzando con ejércitos auxiliares a su aliado musulmán Mohammed ibn Ahmed ibn Saad ibn Mardanisch, el llamado rey Lobo, que formaba la primera línea de resistencia frente a los invasores almohades.