Amor Conyugal y Extraconyugal:
En la mayoría de los textos altomedievales no se hace referencia a la relación conyugal con la palabra amor, utilizándose más bien el término "caritas".
Este término lo utiliza Jonás de Orleans en el siglo IX para hacer referencia al amor que conlleva la "honesta copulatio", la relación sexual que tiene como objetivo la procreación, una relación carnal sin desbordamientos y absolutamente fiel y desinteresada.
Eginhardo, el biógrafo de Carlomagno, hace referencia a su fallecida esposa como "su mujer, su hermana, su compañera" mientras que una pareja del siglo V se separan para disfrutar del matrimonio místico con Dios. Sí se emplea la palabra amor para hacer referencia a la relación extraconyugal, cargada de pasión.
En la Alta Edad Media se considera que el amor es un impulso irresistible de los sentidos, un impulso de deseo que difícilmente puede manifestarse en el ámbito matrimonial. Los paganos encuentran el origen de esta pasión en la divinidad mientras los cristianos la achacan al maligno Satán, por lo que este amor debe ser destructor.
Los germanos utilizan un término relacionado con el deseo sexual: la "líbido", curiosamente siempre relacionado con las mujeres.
Los códigos legales hacen referencia a este ardor sexual, hablando de las viudas: "toda viuda que libre y espontáneamente, vencida por el deseo se haya unido con alguno y esto haya acabado por saberse pierde inmediatamente sus derechos y no puede casarse con el hombre en cuestión".
A pesar de ser el amor considerado como un mancha encontramos numerosos testimonios de mujeres que realizan todo tipo de conjuros y pócimas para atraer la atención del hombre amado.
Si se desea que un hombre sea impotente se podía conseguir anudando una cinta a cada una de las prendas de vestir de ambos cónyuges.
Si la mujer no deseaba quedarse encinta se desnudaba, se embadurnaba en miel y se revolcaba en un montón de trigo, recogiéndose con cuidado los granos que habían quedado pegados a su cuerpo.
Esos granos eran molidos manualmente al contrario que de la forma habitual, de izquierda a derecha. El pan resultante de esa harina se ofrecía al hombre con el que se mantendría la relación sexual. De esta manera se "castraba" al varón y no se engendraban niños.
Un afrodisiaco utilizado en la época era la introducción de un pez vivo en la vagina de la mujer, donde quedaba hasta que moría. El pez era cocinado y servido al marido que se cargaba de potencia sexual.
Otro sistema sería amasar la pasta del pan en las nalgas de una mujer o sobre sus partes genitales, provocando de esta manera el deseo del hombre perseguido.
La sangre de las menstruaciones, la orina de ambos sexos o el esperma del hombre también eran considerados potentes afrodisiacos.
En los penitenciales encontramos numerosas referencias a la masturbación. Cuando el pecador era joven se imponía una penitencia bastante leve pero podía llegar a tres años en caso de que la masturbación la hubiera efectuado una mujer adulta.