Una curiosidad.
Y es que el ser humano era y es igual de supersticioso aquí y en Japón.
Las diferentes congregaciones religiosas, de suma importancia en el medievo, elaboraron para los habitantes de las poblaciones en las que se asentaban, los escapularios.
Estos, además de servir cómo protección, identificaban a las gentes del lugar con esa orden religiosa.
Los escapularios se componían de un trozo de tela anudado al cuello, colgando de él un trozo de tela en forma de bolsa cuadrada en el que en su interior se incluía una oración, una imagen o la regla de la orden que correspondiera.
Miles de kilómetros al este, en Japón (la antigua Cipango), nos encontramos con un elemento similar, los Omamoris.
Se llevan también cómo protección o amuleto, y están dedicados, no a una deidad en concreto, sino a un deseo, a una idea...les hay, por ejemplo, para el buen tiempo y buenas cosechas (agricultores), para los estudios, el amor, el dinero.
Su estructura es similar, un trozo de tela en el que dentro hay una lámina de madera.
Los practicantes de artes marciales, de algunas, llevamos uno colgado del lateral izquierdo del pantalón del kimono, si se rompiera, advertiría la proximidad de una lesión.
Se consiguen en los templos, a cambio de un pequeño donativo.
Este para Elena