La batalla de Najera:
La Batalla de Nájera (algunas veces llamada Batalla de Navarrete) fue librada el 3 de abril de 1367 en las proximidades de Nájera, en una línea paralela al camino que iba al norte desde Alesón a Huércanos y Uruñuela. Actual Comunidad Autónoma de La Rioja.
Fue un episodio de la Guerra Civil de Castilla que enfrentaba al rey Pedro I de Castilla (El Cruel) con su hermanastro, Enrique de Trastámara, que pretendía el trono. El poderío naval de Castilla, muy superior al de Francia y al de Inglaterra, hizo que estas naciones, enfrentadas por entonces en el conflicto conocido como Guerra de los Cien Años, decidieran entrar en la guerra, cada una por una parte, para poder disponer de la Armada Castellana, en apoyo a su bando. Los oponentes fueron el ejército del rey Pedro, ayudado por fuerzas inglesas, mandadas por el Príncipe Negro y las tropas castellanas del aspirante al trono Enrique de Trastámara —luego Enrique II— ayudadas por contingentes franceses bajo las órdenes del condestable Bertrand du Guesclin. Nájera se saldó con una completa y catastrófica derrota del bando del pretendiente.
Pedro debió huir a Burdeos, donde se alió con el líder de las fuerzas inglesas —el renombrado Eduardo, Príncipe de Gales, conocido como el Príncipe Negro—, quien le garantizó su apoyo militar a cambio de que Castilla, una vez restaurado Pedro en el trono, combatiera junto a Inglaterra contra los franceses.
Con este fin, Eduardo comenzó a reclutar tropas para enfrentarse con Enrique: aparte de sus propios combatientes ingleses, reunió soldados de Gascuña y Aquitania. El hermano del príncipe, Juan de Gante, llegó de Londres con 400 caballeros y un gran número de arqueros armados con arcos largos. A estas fuerzas se sumaron grupos de soldados cedidos por el rey Jaime IV de Mallorca y numerosos mercenarios.
En febrero de 1367 Eduardo cruzó los Pirineos con su gran ejército —aproximadamente 24.000 hombres— y, habiendo sido informado de que el de Trastámara se encontraba en La Rioja , atravesó el Ebro por Logroño y pasó por la pequeña aldea de Navarrete siguiendo el camino que llevaba a Nájera.
Enrique ubicó a sus fuerzas dejando el río Najerilla a su espalda. A los ojos de los historiadores modernos, esta situación parece un grave error táctico, pero se presume que, con un gran estratega como du Guesclin al lado del pretendiente, ha de haber existido un motivo para ello, aunque hoy se nos escape su significado. Algunos expertos exponen la hipótesis de que Enrique y Bertrand creyeron que su mejor posibilidad de victoria descansaba sobre la caballería (error incesantemente repetido por los comandantes franceses en la Guerra de los Cien Años), en lugar de confiar en el enorme número de tropas de leva. Por eso intentaron proteger su retaguardia con el río, tratando de aprovechar la ventaja que sus jinetes fuertemente armados podían obtener de la llana y uniforme planicie que se extendía frente a ellos. No podían pensar en la derrota, ya que sabían que sus fuerzas superaban en número al enemigo por al menos 30.000 hombres.
Ejército anglo-castellano
La vanguardia anglo-castellana estaba comandada por Juan de Gante y compuesta por 3.000 infantes y 500 de los temibles arqueros ingleses armados con arcos largos.
El centro inglés se configuraba con 2.000 infantes y otros 2.000 arqueros en medio, bajo las órdenes del Príncipe Negro y Pedro I de Castilla. Los flancos estaban cubiertos por dos fuerzas similares al mando de Captal de Buch y sir Tomás Percy.
La tercera línea o retaguardia contaba con 3.000 infantes y 3.000 arqueros ingleses más, dirigidos por el rey balear y el conde de Armañac. En las tres líneas del ejército inglés, los infantes a pie iban en el centro y los arqueros en ambos flancos.
Ejército franco-castellano
La vanguardia del pretendiente se componía de 1.500 hombres de armas escogidos y 500 ballesteros, mandados por Du Guesclin.
El centro constaba de lo mejor de la caballería pesada, en el medio (1.500 jinetes) y grandes unidades de caballería ligera española en ambos flancos. La caballería ligera era de vieja tradición en los sistemas militares castellanos, y estaba concebida para las frecuentes escaramuzas con los árabes, a pesar de que la idea había sido abandonada por los demás ejércitos europeos de esa época. La parte central de la línea de jinetes estaba bajo el mando de Enrique.
La retaguardia incluía más de 20.000 infantes castellanos de diversos niveles de moral y entrenamiento: los había competentes y bien armados soldados profesionales, pero también buena cantidad de reclutas traídos a la fuerza que no tenían la menor intención de luchar.
La batalla
ESQUEMA DE LA BATALLA DE NAJERA (sábado, 3 de abril de 1367).
Las tropas del Trastámara (T) con Duguesclin (D) en la vanguardia esperan el ataque por el camino de Navarrete, pero el Principe Negro (P) surge por la izquierda rodeando la colina y lanza a Lancaster (L) contra Duguesclin, al flanco derecho de su caballería capitaneada por Captal de Duch (B) contra el castellano don Tello (T), que huye, y al flanco izquierdo de su caballer(a guiada por Hewit (H) para impedir el movimiento de auxilio iniciado por el conde de Denia. Mientras el Príncipe Negro retiene al centro de las tropas mandadas por Enrique de Trastámara, la retaguardia dirigida por Calveley (C) y Armagnac (A) sale en persecución de los huidos.
Cuando el Príncipe Negro estuvo satisfecho con el dispositivo que había ordenado formar, mandó a todos los soldados que se apearan y enviaran las monturas a retaguardia para proteger a los animales.
Viendo esto, Bertrand dirigió a su vanguardia contra la parte central de la inglesa, pero, como era habitual en el conflicto anglo-francés, los arqueros ingleses dispersaron y masacraron a los ballesteros castellanos, de mucho menor velocidad de disparo. El combate se convirtió entonces en un cuerpo a cuerpo, lo cual impidió a los precisos arqueros utilizar las armas por miedo a herir a sus compañeros con fuego amigo.
Las fuerzas de Eduardo y Bertrand quedaron trabadas sin posibilidad de moverse, y así permanecieron durante el resto del combate, luchando mano a mano en varios grupos densamente unidos.
Cuando los flancos ingleses atacaron, la caballería ligera española se lanzó contra ellos. La idea era erosionar ambos lados y hacerlos retroceder para formar una «bolsa» donde encerrar a la parte central, para destruirla luego con comodidad mediante la caballería pesada.
Fue un grave error: si bien la táctica explicada había dado resultados muchas veces, siempre se había utilizado contra infantes armados de lanzas o ballesteros de lentísima recarga. Contra los letales arqueros ingleses se reveló desastrosa. A medida que los españoles se movían a lo largo del frente, echando atrás sus jabalinas y rehuyendo el combate singular, los arqueros de los flancos se cebaron en ellos ejecutando una gran carnicería. Al intentar retroceder para reorganizarse, los caballeros quedaron a la distancia que a los arqueros les resultaba más cómoda, y las bajas fueron aún peores.
Ante este desastre, la caballería pesada intentó atacar a los arqueros. Jamás consiguió llegar hasta ellos. Una nube de flechas terminó con animales y jinetes apenas comenzada su carga. Los pocos caballeros sobrevivientes huyeron del campo de batalla y el capitán Gómez Carrillo fue capturado.
Percy y De Buch decidieron capitalizar rápidamente la ventaja obtenida: reorganizaron sus fuerzas en un solo frente estrechamente unido y lo dirigieron hacia Du Guesclin, cuyas tropas estaban aún trabadas en combate con las de Eduardo. Avanzando hacia el frente, sorprendieron a los franceses por retaguardia mientras los arqueros lo hacían por la vanguardia. Otra parte de los arqueros, dando la espalda al combate, dirigieron sus armas hacia afuera para neutralizar un posible contraataque de la caballería ligera castellana.
No debieron esperar mucho. Enrique de Trastámara comprendió que la línea de Percy y De Buch debía ser rota inmediatamente o la derrota era segura. Tres veces los jinetes cargaron contra el enemigo, y tres veces las flechas de los arcos largos los rechazaron con horribles pérdidas.
Eduardo, avisado de la destrucción de la caballería enemiga, desplazó su división central hacia adelante para presionar aún más sobre Du Guesclin, a lo que la desesperación de Trastámara respondió enviando al lugar a sus masas de infantes. Una vez más, los arqueros ingleses se encargaron de evitar que llegaran adonde se los enviaba. Sin asustarse por la enorme disparidad numérica, los ingleses esperaron con increíble tranquilidad a que los infantes se pusiesen al alcance de las flechas y los rociaron con decenas de salvas mortíferas. Como resultado, los sobrevivientes se dispersaron y huyeron. Enrique, dándose cuenta de que todo había terminado, los acompañó en la desordenada fuga.
La caballería española pudo escapar por retaguardia, pero la infantería tenía un problema más grave: atrapada entre los ingleses y el Najerilla, sólo podían salvarse atravesando un angostísimo puente sobre el río. Para evitarlo, la retaguardia inglesa —intacta, pues aún no había entrado en combate— rodeó al grupo de Percy y atacó a los infantes enemigos. La mayoría de ellos murieron ahogados al arrojarse de las orillas, del puente o de una presa que embalsaba el río.
Du Guesclin sólo rindió sus armas cuando comprendió que el ejército español ya no existía. De los 2.000 hombres bajo su mando directo, 500 habían muerto y los 1.500 restantes se hallaban heridos. Du Guesclin fue capturado y liberado luego tras el pago de un cuantioso rescate.
La batalla de Nájera demuestra —una vez más— la superioridad de los arqueros ingleses armados con sus temibles arcos largos contra cualquier clase de fuerza que se les enfrentara. La singularidad de esta batalla fue que, por primera vez, tuvieron que enfrentarse a la caballería ligera, contra la cual se mostraron tan mortíferos y eficientes como siempre. Lamentablemente para los franceses, sus estrategas no aprenderían esta sangrienta lección hasta casi un siglo más tarde, y la insistencia en atacar frontalmente a los arqueros costaría todavía a Francia cientos de miles de muertos.
La mayor parte de los jefes de Enrique fueron capturados por los ingleses en Nájera, quienes los retuvieron para salvar sus vidas de la venganza de Pedro el Cruel. Aunque se suponía que Enrique había muerto, en realidad el medio hermano del rey había conseguido atravesar de nuevo el macizo pirenaico y llegar a Francia.
Como consecuencia de Nájera, Pedro I consiguió recuperar el trono de Castilla, y a continuación sometió el país a un enorme baño de sangre, con el cual se vengó de todos aquellos que habían apoyado a su hermano. Asimismo, se vio enfrentado a Eduardo de Lancaster, quien deseaba cobrarle una gran suma por la ayuda militar que le había prestado. Al no recibir el dinero que se le adeudaba, el inglés comenzó a negociar secretamente el reparto del territorio castellano entre Inglaterra, Aragón, Navarra y Portugal, retornando luego a sus ocupaciones en Aquitania.
Mientras todo esto sucedía, Enrique de Trastámara consiguió reunir por segunda vez un numeroso ejército francés y nuevamente cruzó las montañas para invadir Castilla. Esta segunda invasión culminaría en la Batalla de Montiel dos años más tarde, donde Pedro sería derrotado y luego asesinado por el propio Enrique.
Luego de la muerte de Pedro el Cruel, Enrique fue coronado bajo el nombre de Enrique II de Castilla y debió guerrear una vez más contra los ingleses, en esta oportunidad para recuperar los territorios ocupados como fianza por la ayuda prestada a Pedro: el Golfo de Vizcaya.
El drama español en la Guerra de los Cien Años no culminaría aquí: aún los descendientes de Enrique tuvieron que enfrentarse de nuevo a los ingleses en varias batallas, como la de La Rochelle y otras, entre 1372 y 1419.
La siguiente batalla Montiel...